Para describir y comprender el pasado (y presente) es preciso tener evidencia de algún tipo. Sin embargo, solo una limitada parte ha sido registrada y sobrevive. Por ello, la investigación histórica está condicionada por las fuentes. Además, no todas las fuentes han sido consultadas. En los archivos hay una gran cantidad de documentación por explorar.

Así, la reconstrucción del pasado en base a la documentación existente es una tarea ardua y poco (o nada) reconocida por las agencias de acreditación o evaluación. Aunque la revolución digital ha facilitado algunas tareas (digitalización; extracción), el desarrollo de una infraestructura sigue demandando tiempo y dinero.

Es decir, en la investigación histórica la data se genera. Esto limita la productividad del investigador, entendida como output (publicaciones, ponencias...) por horas trabajadas. No obstante, esta data es un input para otros que, a su vez, generan más output. Una base de datos tiene un efecto multiplicador.